miércoles, 23 de julio de 2014

Revolucionando la educación

Parecía un sueño, un proyecto ilusorio, distante, irreal. Sin embargo, hasta los sueños se hacen realidad cuando las voluntades se juntan y los esfuerzos se coordinan. 

El año pasado por estas fechas hablábamos de transformar Anzaldo en un referente nacional en materia educativa, organizando un Congreso Internacional de Educación en nuestro humilde, pequeño y desconocido pueblito. Soñábamos con un espacio de reflexión, para mostrar y compartir experiencias diversas, alternativas, algunas más locas, otras ya veteranas. Queríamos ofrecer unos días de aprendizaje, de diálogo, con la nueva ley de educación boliviana como desafío y con un horizonte claro: reinventar la educación.

Después de mucho trabajo, desvelos, alegrías y frustraciones, conseguimos realizar nuestro sueño. El nombre de Anzaldo aparecía en radio, prensa escrita, en la red… este pequeño y maravilloso pueblo se transformaba en unos días en un laboratorio de educación. Educadores/as venidos de diferentes lugares del país compartían con nosotros sus inquietudes, sus esperanzas, sus miedos y sus aprendizajes. Invitados/as llegados de nuestro país y de países vecinos para los diversos talleres y conferencias nos mostraban su trabajo, sus vivencias y luchas, sus sueños y desafíos en esta aventura apasionante de la educación. Todo ello en un ambiente de serena complicidad, de miradas brillantes y emocionadas, de sana y motivadora envidia, de diálogos sinceros y espontáneos. La excesiva formalidad, tan acostumbrada entre autoridades y profesores/as, cedió al trato amigable, cercano, respetuoso por el afecto y no por los títulos, confiado por la sintonía mutua y no por el protocolo. Y no podemos olvidar la contribución humilde, silenciosa, sonriente y cariñosa de toda la población anzaldina, en las calles, en la cocina (haciéndonos degustar en abundancia los mejores platos de nuestra región) o en los diversos servicios, para que todo estuviese listo en el momento oportuno.

Gracias a todo esto, conseguimos hacer de este Congreso un momento especial, con una expresión que, poco a poco, fue invadiendo el ambiente: necesitamos urgentemente “revolucionar la educación”. Como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, esas palabras comenzaban a dominar el verbo en las conferencias y talleres, en momentos formales y en diálogos informales, en presentaciones y en conclusiones. No se trata de reformar, adaptar, mejorar o afinar. El mundo actual está pasando por una transformación profunda y rápida, y desconocemos todavía cuál será el destino de este veloz viaje, pero sí que vamos detectando algunas pistas que nos deben ayudar en el camino. 

Está claro que este mundo necesita un cuidado integral, de hombres y mujeres que se sientan parte de todo lo que existe, en comunión armónica y recíproca con la naturaleza, con el tiempo y el espacio que nos toca disfrutar. Este cuidado integral, de todos/as y de todo, debe llevarnos a reinventar los modelos de vida, personales y sociales, superando la visión consumista de la vida, de la economía, de la política y de la educación. Vivir para vender y comprar, para especular y lucrar, para tener más, para agotar, es garantía solamente de una cosa: la extinción definitiva y rápida de la humanidad y de la vida en este hermoso planeta.

Somos herederos de una historia de guerras y luchas intestinas para controlar los recursos naturales, las vías comerciales o los territorios, imponiendo el pensar o el creer de un pueblo sobre los demás, dominando la vida y el trabajo de las otras personas en beneficio propio. Y después de tantos siglos de derramamiento de sangre inocente, el mundo que contemplamos hoy no ha cambiado en casi nada. Debemos garantizar unas relaciones interpersonales, sociales e internacionales basadas en la paz, el diálogo y la solidaridad, de lo contrario simplemente sucumbiremos con la explosión de la última bomba. No basta con la creación de organismos internacionales, normalmente viciados por los intereses de quien más tiene y más puede. No basta con tratados, acuerdos, etc. que solamente sirven para garantizar los privilegios de élites inter e intranacionales. No es posible continuar diseñando un mundo, y cada país por su parte, sacrificando generaciones completas, presentes y futuras. 

Vivimos en un mundo dominado por una cultura comercial cínica, criminal, cruel e insensible. El beneficio monetario inmediato es sagrado y en su nombre se sacrifican personas, pueblos, recursos, seres vivos, paisajes y hasta el futuro mismo. No concebimos que sea posible vivir sin ese afán de lucro, de ganancia desmedida, de acúmulo innecesario, de competencia salvaje. Cada persona tiene que encajar en el rompecabezas del mercado, no importa si para ello deba renunciar a sus mejores capacidades y sueños, a su talento único e, incluso, a su felicidad profunda. Como borregos compramos el modelo de la clase media, de la sociedad del bienestar, del individualismo consumista y depredador. Y así lo único que conseguimos es colocar nuestro granito de arena (o nuestra roca de granito) en la destrucción de nuestro planeta y de nuestra humanidad. Los pueblos, las sociedades, las comunidades, las familias, todas las personas sucumben delante de este modelo único. 

¡Un nuevo mundo es posible, necesario y urgente! Y solamente con una nueva educación será factible. Nuestras leyes de educación (exceptuando casos como el de Bolivia), nuestros proyectos educativos, nuestras escuelas en su organización y gestión, nuestro quehacer diario en el aula, nuestros ambientes físicos y humanos, no son sino garantía de continuidad. Consciente o inconscientemente seguimos inmersos en la cultura comercial, individualista, competitiva, depredadora y consumidora. Enseñamos (no me atrevo a decir “educamos”) para ello, preparamos para salir bien en la lucha por la supervivencia, para estar entre los primeros, para ser los mejores entre los iguales. Para ello eliminamos las peculiaridades personales, homogeneizamos los ritmos, los planes, las capacidades y los resultados exigidos. Estamos reproduciendo el mundo que tenemos, estamos acelerando este suicidio planetario.

La educación para un mundo diferente tiene que surgir de una verdadera revolución, removiendo los fondos existenciales del tiempo presente, avivando las tenues llamas del Espíritu en cada ser, sembrando en el corazón y en la convivencia diaria los valores que nos garanticen el futuro: la solidaridad, la justicia y la paz.

¡Revolucionemos la educación! ¡Reinventemos la escuela! ¡Quebremos los paradigmas que fundamentan este modelo único! ¡Atrevámonos a soñar y comencemos a realizar nuestros sueños!

miércoles, 16 de julio de 2014

Se acerca la fiesta

Hace unos días comenzaron a retumbar los primeros cohetes en el, normalmente, tranquilo y silencioso ambiente anzaldino. Su estruendo anuncia algo que todos conocen y esperan, con la ansiedad del cumpleañero al abrir su regalo. ¡La chicha está saliendo! En estas fechas cada casa se transforma en una fábrica de chicha, elaborada con cariño, con cuidado, con la sabiduría ancestral transmitida en cada familia, con la responsabilidad heredada de ofrecer la mejor chicha posible a amistades y visitantes.

En una semana las calles de Anzaldo se llenarán de gente, de vecinos del municipio y de extraños venidos de lejos, de anzaldinos residentes en otras ciudades y de personas devotas de Tata Santiago. En los días de la fiesta, Anzaldo se transforma en un pequeño zoológico humano. Todos los colores, todos los sombreros, todas las polleras, todos los peinados… Existen otras fiestas igualmente importantes o incluso más que la fiesta patronal, como los carnavales, el día de difuntos, etc. Sin embargo, Tata Santiago tiene un poder de atracción único. El Señor de las tormentas y poderoso protector del pueblo, congrega en estos días chunchus y diabladas, morenadas y caporales, tinkus y salays, con sus mejores galas y sus pasos milimétricamente ensayados, con sus bandas animando las diversas danzas y con la chicha bañando la Pachamama que los recibe y bendice.

Los excesos y despilfarros son parte inherente a la fiesta. Es necesario botar la casa por la ventana para que la fiesta sea grande y, así, poder retornar a la vida cotidiana con energía suficiente para completar el año.

Estamos todavía en los días de preparativos y ensayos. Los cohetes saludan a la chicha recién nacida. La música ya invade algunas casas y calles, donde las diversas fraternidades anzaldinas preparan sus danzas en homenaje a Tata Santiago. Las calles se han ido asfaltando, cumpliéndose así la promesa de la Alcaldía. El pueblo está cada vez más bonito y las familias más ansiosas. Tata Santiago lustra ya sus botas camperas y se adornan las crines de su blanco corcel. La fiesta grande se acerca y todo se transforma.

¿Y si consiguiésemos hacer de la vida una fiesta permanente? ¿Por qué no podemos vivir, trabajar, relacionarnos, jugar, amar cada día como si fuese un día de fiesta? ¿Por qué restringir a unos pocos días lo que tan bien nos hace: la carcajada, la fantasía, la generosidad, la danza, la oración devota y el abrazo fraterno?

Que Tata Santiago nos ayude a construir, en la gris rutina de cada día, una profunda y compartida felicidad, para que el pueblo de la tierra conquiste para siempre la alegría que no se borra, la justicia que no se extingue y la paz floreciendo en cada gesto.

jueves, 3 de julio de 2014

Enfrentando nuevos desafíos

Ni modo, nos encanta enfrentar desafíos. Creo que está en nuestra sangre escolapia, como bien nos recordaba en estos días nuestro Superior General, la audacia y la persistencia. Con ambas actitudes inscritas en nuestro código genético, no puedo imaginarme tranquilo en la monotonía, satisfecho en la rutina repetitiva, ni orgulloso de la estabilidad conquistada. Me quema por dentro, como a un viejo aventurero, el llamado de los nuevos horizontes, de las nuevas jornadas de marcha, sin saber qué paisajes encontraré y sin importar los esfuerzos que deberé realizar. 

Vivimos en un mundo en transformación, veloz y descontrolada, y muchas veces me pregunto si no será moda ese deseo irrefrenable de cambiar, de innovar, de transformar lo que somos y hacemos. Puede que sea moda o, simplemente, un dejarse llevar por la corriente dominante, sin embargo estoy convencido de que sólo desde esa dinámica podremos responder a los desafíos de este mundo, sin quedarnos relegados al pasado, congelados en un mundo imaginado que ya fue y no será más. 

Desde este pueblito pequeño, rural, pobre se observa el mundo como desde lejos, como el espectador de una carrera automovilística, viendo como cada acontecimiento se acerca y pasa, sin él darse cuenta, sin tomar conciencia, sin reparar en los detalles. La vida de ese espectador, por el contrario, es pausada, tranquila, monótona, sin acelerones ni virajes arriesgados. Instalado en su querida tierra deja que el mundo corra, vuele, se revuelque y se accidente, triunfe y celebre, como si nada de eso fuera con él. 

Esta actitud de vida tiene sus luces y sus sombras. Por un lado la vida es más saludable, sin los apretones del estrés de la vida moderna. Por otro lado, queda la sensación de estar siendo dejado de lado, de haber sido olvidado por el resto del mundo, de no ser tomado en cuenta. Ser ignorado es actualmente sinónimo de ser marginado. 

No me interesa la publicidad, ni la fama, ni el prestigio. En la tierra anónima del pueblo se vive mejor, lejos de las luchas crueles de vanidades, celos y orgullos narcisistas. Sin embargo, creo que ha llegado la hora de darle la vuelta al espectáculo, dejar de ser espectador y mostrar al mundo que este pueblo humilde, esta tierra desconocida, estos paisajes agrestes tienen voz y quieren vez en el futuro que entre todos/as construimos. No queremos ser más espectadores en un mundo dominado por intereses egoístas y manos manipuladoras. Queremos encontrar nuestro lugar y correr nuestra propia carrera, a nuestro ritmo, con nuestros valores, con nuestra gente. 

Como educadores/as tenemos la apasionante responsabilidad de recrear el mundo, en cada persona, en cada relación, en cada vida cuidada y acompañada. Tenemos la obligación de mirar siempre más allá de lo que somos y hacemos, insatisfechos y críticos. Sólo así podremos crecer, respondiendo a los desafíos del presente, diseñando un futuro mejor para todos/as, cuidando hasta que florezca la semilla existente en cada corazón. 

Quien tema los nuevos desafíos y renuncie a reinventar las prácticas y los hábitos, quien no quiera “perder” tiempo soñando y sembrando esos sueños, creo que no vale para la educación. Quien se sienta feliz en el silencio impuesto y en la disciplina despersonalizadora, quien busque uniformizar las almas y los deseos, queriendo transformar la escuela en cementerio o en cuartel o en fábrica, que abandone por favor los ambientes escolares y busque su espacio natural, porque ciertamente la educación no lo es. 

Quienes se sientan y deseen crecer cada día como educadores/as, no pueden perder una sola oportunidad para plantearse nuevos retos e iniciar nuevas aventuras. No por moda o esnobismo, sino por fidelidad vocacional de quien ha decidido dedicar su vida a cuidar de las otras y construir con ellas un mundo más humano y fraterno. 

Nosotros, mientras tanto, seguiremos enfrentado cada día un nuevo desafío, ni modo.