lunes, 12 de octubre de 2015

Aquí

En este lugar olvidado
Donde solemnes montañas
Guardan los nombres
De aquellos que sembraron
La vida con su sangre

En este lugar apartado
Donde ríos intermitentes
Nutren la tierra
Con el amor y el dolor
De una raza esforzada

En este lugar ignorado
Donde un sol progenitor
Resguarda la vida
Con pasión silenciosa
De quienes a él se confían

En este lugar renacido
Donde el futuro soñado
Despunta en el horizonte
Alimentando la esperanza
De un pueblo que no renuncia

sábado, 3 de octubre de 2015

Una vida bendecida por Tata Inti

El pueblo de la tierra vive de sus cultivos y de sus rebaños, especialmente de sus ovejas, de las que se aprovecha prácticamente todo. Después de la matanza, siempre rápida y cuidadosa, para infringir el menor sufrimiento posible, viene el momento de carnear la presa. Es una tarea que exige destreza, fuerza, cuidado y experiencia. Cualquier error puede echar a perder la carne, el cuero o las tan preciadas vísceras. Y cuando ya está todo listo y limpio, llega el momento de tender al sol lo que no se consumirá inmediatamente. Por muchos días las diversas presas, la grasa y el cuero permanecerán expuestos al sol, al viento y al frío. Sin importar la visita inoportuna y constante de las moscas, que curiosamente no dañan nada, la oveja ya carneada acompañará la vida de la familia, provocando la salivación nerviosa de perros y gatos, nutriendo la confianza de quien aseguró el alimento para las próximas semanas. Aquí no se bota nada, no se estropea nada, no se desperdicia nada. Tata Inti, Padre Sol, irá procesando el sustento familiar con paciencia y cariño, secando lentamente las fibras, extrayendo hasta el último resto de humedad que podría echar a perder la carne y, así, conservar el alimento para cuando sea realmente necesario. Tata Inti cumple con su misión como fiel protector que es de este pueblo. Unas veces es la carne, otras la oca o el camote, en su época será la quinua y el trigo, el maíz maduro o incluso lo que otros descartarían, como las pepas del durazno. Todo se procesa al calor del sol y éste, como experto y paciente cocinero, va multiplicando el azúcar de uno, el sabor del otro, prepara uno para que dure, otro para que se ablande. El pueblo de la tierra no necesita de electrodomésticos ni de tecnología para producir, conservar y enriquecer sus alimentos, le basta con la acción de su mejor compañero de caminada, Tata Inti.

Desde tiempos ancestrales, Tata Inti fue reverenciado como Padre y Protector, creador de la vida en todas sus formas. A él se le agradece por la vida y por lo que hace para cuidar de ella. Es un hermano, un compañero, el mejor aliado en el camino de la existencia. Inti es fuerza y energía, vitalidad y calor, salud y ánimo. Casi todos los días, al amanecer, hombre y mujeres salen de sus casa, abrigados, en busca del combustible diario. Pacientemente sentados, acompañan el despertar del Tata, recibiendo en su piel el beso cálido de sus primeros rayos. En silencio, a veces preparando ya el primer pijcho del día (de la sagrada hoja de coca), reciben el baño de la primer luz del día. Ese mismo sol los acompañará después en sus tareas diarias, en la marcha con sus rebaños, en el trabajo sobre la tierra o en las labores domésticas. Desconozco qué palabras y sentimientos surgirán en ese ritual mañanero que, sin duda, va mucho más allá de un simple hábito para calentarse. El pueblo de la tierra guarda un profundo respeto y afecto por este Padre Luminoso.

Desgraciadamente, siglos de colonización e imposición cultural y religiosa, demonizando lo que no entendían y persiguiendo lo que no encajaba en su visión reducida del mundo y del ser humano, produjeron un abandono progresivo de este cariño hacia Tata Inti expresado en ritos cotidianos, personales y comunitarios, forzosamente substituidos por otros ritos vacíos de significado. Sin idolatrías, sin panteísmos, sin divinizar nada ni nadie, el pueblo de la tierra sabe que todo lo que existe forma parte de un enorme sistema vivo, dinámico, en constante transformación y en un delicado equilibrio. Y sabe también que cada elemento es fundamental para que todo se conserve y, realizando cada uno su misión específica, puedan enriquecer y colaborar con el todo. Este pueblo no necesitó esperar a la física cuántica para conocer profundamente la realidad. En ese sistema, el sol tiene un papel fundamental, sin él, sin su presencia calurosa y luminosa, simplemente no habría vida. El pueblo de la tierra lo sabe y por eso lo agradece, pues de él depende y a él se encomienda cada día.

Una vez más, el estimado astro preparará la carne de la oveja sacrificada para que la familia pueda alimentarse y seguir trabajando, amando y luchando por una vida digna, en armonía con la Pachamama (Madre Tierra), siempre acompañados y bendecidos por Tata Inti.