Desierto de Atacama |
Desde las alturas infinitas, con la mirada del majestuoso cóndor, dominador de los vientos y las montañas, la tierra se descubre virgen, inmaculada. Desde el azul inmenso no se percibe el dolor anónimo, la carencia básica, el esfuerzo ingrato, el olvido eterno.
Desde la lejanía no se sienten los dramas ni las penas, no se escuchan los llantos ni las risas, no se conocen las historias ni los sueños. Desde la distancia es difícil mancharse con el polvo, la sangre y el sudor que moldea a mi gente. A kilómetros de indiferencia no es posible sentirse hermano, sentirse humano.
El observador distante aprecia los paisajes y las formas, los colores y texturas, indiferente ante la guerra que se debate en sus entrañas: la lucha por la vida, por la dignidad, por la conquista del presente para asegurar el futuro.
Desiertos, montañas, quebradas, volcanes, nieves, arenas, ríos, dunas… una linda fotografía que no refleja lo que sólo la tierra conoce.
Bájate de tu cielo, cóndor ausente, espectador indiferente, turista de la vida. Bájate de tu nube y adéntrate en las venas, las lágrimas, las risas y los cantos de este pueblo que te espera, de este mundo que te necesita, de esta historia que te llama.
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