
La zampoña es lamento y jolgorio, evocación y sueño, canto y diálogo. Cada suspiro perfora la intimidad de las tímidas cañas, provocando en lo más hondo un eco agradable, agradecido. Un soplo de vida que encanta los sentidos, tranquilizando el espíritu, evocando montañas y valles, aproximando la voz de los ríos, de los vientos, despertando los murmullos y las confidencias. Como dos enamorados, cada fila de tubos se abraza y entrelaza en cada melodía, entregando al otro lo que le falta para ser plenamente armonioso, esperando su vez sin prisa ni envidia, vaciándose desinteresadamente para que el amor de su vida destaque y brille. Como sólo en el amor sucede, estos dos seres diferentes se unen de tal manera que forman un nuevo y único corazón, una nueva y única alma, una nueva y única melodía nacida del más íntimo, apasionado y radical encuentro.
La zampoña propaga por los aires los sentimientos, las historias, los lamentos y los amores del pueblo de la tierra, de estos corazones sembrados, de estas vidas florecidas.
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