Acabamos de celebrar un año más la fiesta de la Independencia de Bolivia, el “día de la patria” y, como siempre, algo se remueve dentro de mí cuando escucho esa palabra y otras tantas a ella asociada y pronunciadas en los diversos discursos de las conmemoraciones.
Hace mucho tiempo que el cantor venezolano Alí Primera cantaba: “La patria es el hombre” y creo que voy descubriendo cada vez mejor el sentido de sus palabras.
Celebrando los hechos históricos que transformaron a estos pueblos oprimidos en un estado independiente, debemos recordar que cada país de esta querida Latinoamérica no es sino una construcción artificial, diseñada por intereses políticos de una clase social privilegiada y hambrienta de poder. Durante todo el proceso histórico de emancipación de nuestros países latinoamericanos, los pueblos originarios, campesinos y esclavos, nunca fueron considerados, nunca hubo ni siquiera la inquietud de atender sus necesidades o de escuchar sus clamores. Los que eran siervos de los extranjeros se convirtieron, con la independencia, en siervos de los compatriotas aristócratas primero y burgueses después. La breve historia de nuestros países es una crónica de guerras internas y con los vecinos, alentadas por empresas extranjeras y sus respectivos gobiernos. Los mapas fueron rediseñados una y otra vez con la sangre de pueblos hermanos. Cada país fue ganando o perdiendo territorios, recursos y, sobre todo, población. De un año a otro quienes habitaban las fronteras se descubrían ciudadanos de otro país. ¿Quién puede, entonces, definir el concepto patria en esta tierra latinoamericana dividida, repartida, enfrentada y maltratada por intereses económicos particulares y, generalmente, extranjeros?
En estas festividades patrias debemos gritar con fuerza: “¡la patria es el hombre!”, ni los gobiernos, ni los partidos, ni los ejércitos, ni las empresas, ni los sindicatos, ni las iglesias. La patria será el hombre cuando el pueblo se sienta patria y no marioneta. La patria será el hombre cuando todas las políticas y leyes se piensen desde el bien de los últimos y no de intereses privados, partidistas o clasistas. La patria será el hombre cuando se haga efectivo el compromiso radical de resolver todos los conflictos internos y externos mediante el diálogo pacífico, para no dar tregua a la violencia que, como siempre, acaba devorando a las masas anónimas y empobrecidas. La patria será el hombre cuando el hombre sea también mujer, superando el machismo que corroe las estructuras culturales y sociales, dejando un rastro de dolor y muerte a su paso. La patria será el hombre cuando los pueblos originarios sientan orgullo de su identidad específica, por encima de banderas, himnos y fronteras. La patria será el hombre cuando sea la Patria Grande que tantos soñamos y por la que tantos dieron la vida, por encima de localismos absurdos y fanáticos.
Bolivia, un estado que se define y entiende como plurinacional, debe dar ejemplo de tolerancia y rescate de la diversidad para el fortalecimiento de la propia identidad. Valorando las particularidades, trabajando por una fraternidad solidaria y global, luchando contra los modelos únicos en el ámbito que sea, proponiendo un proyecto de desarrollo realmente alternativo y democrático. No es fácil, son muchas las limitaciones y los condicionamientos, pero cualquier cosa que se haga en esta línea, ya será un gran avance, puesto que la mayor parte de los países de Latinoamérica y del mundo no se atreven a salir del camino único.
“La patria es el hombre” y la canción de Alí Primera continúa “que no pisen tu corazón”. Que ninguna patria pise el corazón de los pueblos, sino que sea éste quien oriente y construya nuestra Patria Grande Latinoamericana.
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