Parece que el invierno será duro. Apenas comenzó y ya estamos sufriendo con las bajas temperaturas. Incluso las primeras nieves aparecieron ayer en las cumbres de la cordillera. A un año de sequía cruel, se añade ahora una previsión de intenso frío para las próximas semanas. Es como si todos los maleficios se hubiesen juntado en contra de nuestro pueblo, de nuestra gente y de nuestra tierra. Sin cosecha, sin agua, sin pasto y con la helada amenazando cada noche, el futuro más cercano se vislumbra terrible.
Hace ya unas cuantas semanas que los ponchos han invadido las calles y las comunidades. Esta prenda artesanal es la salvación para muchos hombres en las madrugadas gélidas. Sólo los hombres usan poncho. La mujer se envuelve en su manta y enfrenta el frío con un aguante admirable. Aunque la industria ya domina el mercado de las mantas y los aguayos, el poncho aún resiste, permaneciendo fiel a sus orígenes manuales.
Cada región tiene su poncho típico, con su forma peculiar, su combinación propia de colores, su forma de tejido, etc. El poncho es abrigo en el camino, casa propia cuando se permanece sentado y cálida protección al acostarse. En el día a día, el poncho ocre acompaña la vida de este pueblo anzaldino. En los momentos más tristes, el poncho negro con alguna franja verde es quien establece el luto de familiares y amigos. El poncho anzaldino pesa, como pesa la vida en esta tierra dura. El poncho anzaldino tiene el color de la tierra, de la que se depende, a la que se exprime, en la que se sufre y se goza. El poncho anzaldino tiene el olor de la oveja, el tacto del pasto duro y de la mano áspera, el grosor de la piel curtida y el calor del sol intenso. El poncho anzaldino es elegante en su sencillez, orgulloso en su sobriedad.
El poncho también ha marcado algunos momentos transcendentales en la historia de nuestro país. Como los Ponchos Verdes del Valle Alto cochabambino en su lucha por la reforma agraria, lograda finalmente en 1953. O los Ponchos Rojos aymaras de la provincia de Omasuyos, quienes en 2003 se levantaron orgullosos y valientes contra la dictadura de Gonzalo Sánchez de Lozada. No sabemos cuándo llegará el momento de los Ponchos Cafés anzaldinos, pero seguro que antes o después llegará. Y ojalá que sea un momento significativo para la construcción de un país más justo, equitativo y solidario.
Al comienzo de este invierno que se nos promete duro, por las bajas temperaturas y por la sequía devastadora, nos encomendamos a todos lo ponchos de este universo andino. Que nos protejan y abriguen para que resistamos a las adversidades, para que el frío y la escasez no marchiten la esperanza de este pueblo. Que los ponchos conserven en nuestro interior la fuerza y el calor necesarios para seguir trabajando, para seguir luchando por el bien común, para continuar construyendo un presente feliz y un futuro mejor para este esforzado pueblo.
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