En Bolivia la vida se lleva cargada en un aguayo (tejido tradicional andino). Desde el nacimiento hasta los últimos días, el aguayo está presente en la vida de este pueblo, al principio portándola, después portando en él todo lo necesario para vivir. El aguayo es casa, cuna, cama, mochila, manta, mantel… Y cada región tiene su estilo propio, sus colores predominantes, sus combinaciones de tonalidades, sus diseños específicos. El aguayo es señal de identidad, de pertenencia.
Desde pequeñita, la wawa (bebé) es transportada en el aguayo. Ahí duerme, viaja, conoce el mundo, acompañando siempre a su madre portadora, alimentadora, cuidadora. Desde ese pequeño universo colorido en el que habita, la wawa va descubriendo ese otro universo mayor, lleno de vida, de barullo, de formas, de movimiento, de rostros.
Con el paso de los primeros meses, el aguayo se transforma en parque de juegos, mientras su mamá trabaja, un pequeño espacio limitado sobre la tierra y, al mismo tiempo, abierto, pero que produce la sensación de protección, de seguridad, de control. Así crecerá la wawa, en medio de la tierra a la cual pertenece, confiando en esa otra Madre que la cuida, la arrulla, la carga y la alimentará hasta el final de su ciclo, cuando la abrace eternamente en su seno.
Al crecer, ella tendrá que cargar cada día con su propia vida. Pasaron los tiempos de ser llevada y comienza la aventura de tener que portar la propia realidad, apoderándose de ella, transformándola, humanizándola. El aguayo será el fiel amigo de caminatas y trabajos, siempre en la espalda, ayudándole a transportar su historia, las herramientas con las que construirá su futuro y el alimento para enfrentar el presente.
En esta tierra color de aguayo, la vida de mucha gente cabe entre sus cuatro puntas. En uno o dos aguayos pueden cargar todo lo que son, lo que poseen, lo que necesitan. El aguayo desafía a quienes viven (¿vivimos?) esclavos de sus propiedades, de sus bienes, y terminan dominados por cosas que nunca usarán, porque no son necesarias, porque no son esenciales.
En medio de un mundo que tiene la opulencia y el consumo como banderas, el aguayo se transforma en blasón de una nueva cultura, basada en la austeridad (Ellacuría usaría el término “pobreza”), tan necesaria para la supervivencia de la humanidad, y en la solidaridad con quienes transportan su vida, su dignidad y su futuro en un aguayo.
100 PORCIEN VERDAD
ResponderBorrarSublime forma de ver este trozo de tela artesanal que representa a la Bolivia originaria
ResponderBorrarMuchas gracias. Realmente esa es una de mis intenciones con este blog, transformar en sublime o, mejor dicho, leer en profundidad las cosas pequeñas y cotidianas de esta tierra y este pueblo, para transcenderlas y dejar que nos cuestionen y nos enseñen a vivir mejor.
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