sábado, 21 de septiembre de 2013

El viento de la luna llena (Puri Killa)


Foto de Andrés Figueroa Z; Tomada de: Fotografía de Naturaleza.
Cuentan las bocas de este pueblo que cuando Mama Killa (la Madre Luna) se muestra plena, orgullosa, resplandeciente, la tierra responde a tan maravilloso espectáculo con impetuosos vientos, que corren aullando entre las piedras y levantando el polvo de los caminos. 

No sé si será por causa de la envidia de Pachamama (Madre Tierra) al contemplar como su rival se roba el protagonismo de la noche, espléndida y hermosa, seductora y mágica. Delante de tamaño derroche de presuntuosidad y exhibicionismo, la Madre Tierra, experimentada y sabia, sopla día y noche para levantar nubes de polvo, eclipsando el cielo, cegando los ojos curiosos y obligando a cubrir el rostro. La envidia es como un virus que no perdona a quien lo acoge. Mediante una vertiginosa reproducción va invadiendo nuestros afectos y controlando nuestros sentidos, hasta que terminamos percibiendo el mundo como un cruel enemigo que nos odia y maldice.

Cordillera del Tunari (Cochabamba - Bolivia).
Yo prefiero pensar que el motivo es otro. Me gusta más imaginar que en los días de luna llena, Pachamama sopla durante el día para empujar a Tata Inti (Padre Sol) y acelerar el espectáculo nocturno. Después soplará durante la noche para recordarnos con sus silbidos que, caminando o acostados, despiertos o dormidos, una hermosa y luminosa presencia nos acompaña, velando nuestros sueños, cuidando nuestros rebaños, encantando a la tierra que, al amanecer, recibirá sus esfuerzos y producirá su sustento. Prefiero imaginar a Pachamama preparando el cielo para recibir a Mama Killa en su máximo esplendor, apartando nubes, arrastrando humos y polvaredas, abrillantando el palco nocturno de su compañera y hermana.

Delante de la belleza y florecimiento de los otros debemos escoger entre dos caminos opuestos. Carcomernos por la envidia y hacer lo imposible por eclipsar su brillo o alegrarnos con su esplendor, dejando que su luz nos ilumine, que su alegría nos inunde y el amor nos hermane. Delante de la luna llena algunos prefieren, estúpida decisión, apartar la vista y enterrarla en el polvo. Demasiada belleza para quien todo lo ve desde su fealdad disimulada.

Que el viento de la luna llena nos recuerde que la felicidad y conquistas de los otros serán también nuestras cuando los veamos con ojos amorosos, con empatía fraterna, con corazón generoso.

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