Después de unas casi perfectas combinaciones de sol y lluvia, de calor y frío, las pampas y lomas que rodean nuestro pueblo se vistieron de color morado, con las pequeñas flores de la papa. También el choclo (maíz) ha crecido y se muestra ahora altivo, con su esperanzador verde intenso. Otras plantas también se suman a la fiesta del verano en esta tierra que, por estas fechas, celebra su particular carnaval de colores, pero ninguna destaca tanto como la papa en flor. Su tamaño reducido, su flor minúscula, su apariencia humilde y pobre, para nada manifiestan el gran tesoro que ocultan bajo sus raíces, en las entrañas de su madre, aguardando la mano hábil y agradecida del campesino.
En esta tierra fría y dura, donde la piedra invade todos los campos y rincones, donde el agua es un bien escaso, la mano encallecida y el pié curtido saben que su vida depende de ese fruto subterráneo tan simple, tan básico, tan común como es la papa. Si la lluvia se prolonga y encharca los campos, o si el granizo hace una visita inesperada cuando la planta está apenas brotando, o si el laqato (oruga enorme amante de la papa) se adueña de la cosecha antes de sacarla, o si llega cualquier otro elemento casual indeseado, el trabajo de semanas y la esperanza de los próximos meses serán como polvo arrastrado por el viento de la escasez.
Pero en estos días los campos están morados. El cansancio, el sudor, el esfuerzo de familias enteras comienza a transformarse en alegría. La esperanza de una cosecha abundante invade los cuerpos de grandes y chiquitos. Si la flor es señal de lo que se oculta bajo la tierra, este año será bueno. El paisaje teñido de lila nos anuncia que habrá para comer, para vender, para intercambiar, para vivir los próximos meses con un poco de tranquilidad.
Está llegando la hora de sacar la papa, de extraer del seno de la Madre Tierra el fruto de sus entrañas, la papa necesaria para el día a día. Podrá faltar el pan y la chicha, la carne y la verdura, pero que no falte la papa en el plato de este pueblo. El pueblo de las alturas es también el pueblo de la papa o, mejor dicho, de las papas, porque en realidad hay una infinidad de tipos de papas, con tamaños, colores, sabores y formas diversas, y cada una con su manera propia de cocinar y comer.
La papa es, en su sencillez y en su diversidad, un verdadero tesoro para este pueblo, todo un símbolo de ese otro mundo con el que soñamos y por el que trabajamos cada día. Un mundo en el que a nadie le falte lo necesario, la papa de cada día; en el que la diversidad sea respetada y valorizada; en el que los humildes sean privilegiados; en el que se reconozca la maternidad de la Tierra y sea tratada con el cariño propio de un hijo; en el que nadie viva del esfuerzo y sufrimiento de otros; en el que todos puedan reconocerse como hermanos y hermanas; en el que la vida de cada persona sea más importante que el mercado, el lucro y el consumo.
La papa está florida. No podemos descuidarnos y dejar que nuestros sueños se pudran en el olvido. ¡Es tiempo de sacar la papa! ¡Es tiempo de construir el futuro! ¡Es tiempo de transformar el presente!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario