jueves, 23 de noviembre de 2023

Sembrar en tierra reseca

Cada vez son más agudas las sequías. Los ciclos se alteraron completamente y las lluvias son cada vez más escasas. El sol se exhibe orgulloso en su celeste palco, arrasando con todo lo que intente erguirse en medio de este baldío suelo.
Es igual el género del fenómeno que nos afecte cada año: con la Niña, llueve muy poco; con el Niño, no llueve nada. Todas las explicaciones científicas de ambos fenómenos se estrellan en la implacable realidad de la sequía.
El año pasado llovió pronto, animando a nuestra gente a sembrar con premura. Las siguientes semanas fueron un verdadero castigo para los apurados. Los brotes se quemaron con el sol inclemente y, con ellos, la esperanza de quienes sembraron primero. Finalmente, la lluvia llegó, tarde y escasa. Solo el trigo, que se conforma con poco, produjo una cosecha decente. Un año duro, sin productos que vender y, por lo tanto, sin dinero para adquirir el resto de alimentos y bienes necesarios.
Este año, al menos, no hubo frustración. Se acerca diciembre y las lluvias ni aparecen. Cada día son más frecuentes las tormentas secas, mucha nube, mucho viento, mucho rayo, muchos truenos y cuatro gotas que ni mojan el suelo. Un calor exagerado y extraño nos acosa desde hace algunos meses. Casi nadie ha podido preparar la tierra, extremadamente dura por la sequía. Las semillas aguardan, los toros y sus yuntas descansan, la esperanza se apaga. Es duro escuchar a la gente cuya vida y bienestar dependen por completo de la tierra, del agua, del sol.
Mientras tanto, en latitudes cercanas, el fuego arrasa los bosques, campos y selvas. A las inclemencias de la naturaleza, se suma la inconsciencia de la gente, los intereses económicos de los grandes productores, el desprecio a la naturaleza y a quienes la han habitado por siglos, en una relación de perfecta armonía y reciprocidad. La ambición moderna no entiende de respeto, de equilibrio o de cuidado.
Nos ahoga el sol, la tierra venteada y el humo viajero. Nos acosa el temor de no tener productos, ni rentas, ni futuro. Nos envuelve el miedo por lo que pueda pasar con nuestro pueblo, con una migración creciente y una desertificación constante.
Y a pesar de todo, superando los obstáculos del cielo y de la tierra, haciendo oídos sordos a malos augurios y mensajes derrotistas, enfrentando a quienes solo esparcen violencia y ofensa, seguiremos sembrando en esta tierra reseca.
Sembraremos esperanza, porque sin ella, se acabarían las sonrisas y se extinguirían los esfuerzos.
Sembraremos fraternidad, porque en esta aventura de la vida nos necesitamos todos, especialmente cuando más complicado es el camino.
Sembraremos dignidad, para que nadie vuelva a ser despreciado, para que todos nos reconozcamos como hermanos.
Y, educando, sembraremos un futuro mejor, para toda la humanidad, para todos los pueblos, para todas las generaciones. Aunque la tierra esté reseca, aunque la lluvia se empeñe en retrasarse, aunque el mundo se siga incendiando y la humanidad masacrando, nosotros seguiremos sembrando.