miércoles, 23 de septiembre de 2015

A pocos días del aniversario de Anzaldo

Se acerca un aniversario más de nuestro Municipio de Anzaldo. Un año más de su creación. Una historia corta de 109 años, muy poco tiempo para quien proviene de una ciudad con más de 2000 años de vida como es mi caso. Hablamos, evidentemente, de una historia reciente según las cronologías oficiales y los documentos legales. ¿Hace cuánto tiempo que el pueblo de la tierra vive en esta región, construyendo sus vidas, sembrando su sudor, recogiendo el fruto de sus esfuerzos, levantando la bandera de sus sueños? La ambigüedad de la historia es siempre llamativa. Cientos, miles de años, son olvidados o, cuando menos, omitidos al conmemorar solamente los hechos oficiales de la historia. ¿Qué de nuevo y de bueno trajo a este pueblo la creación del Municipio? ¿Para qué sirve la vertebración administrativa de los pueblos? Especialmente cuando hablamos de pueblos con sistemas de organización propios, bien articulados, sencillos y eficientes para la consecución de sus fines, especialmente para la preservación del bien común.

Bolivia se debate en una contradicción interna de difícil solución. Por un lado se ha refundado el Estado Boliviano como un Estado Plurinacional, reconociendo las particularidades de cada nación, de cada pueblo, respetando su identidad y cultura, su lengua y organización, sus leyes y costumbres. Un Estado que fomenta la diversidad, la educación intracultural, intercultural y plurilingüe, desde los saberes y conocimientos ancestrales de los diferentes pueblos originarios. Por otro lado, seguimos inmersos en un modelo administrativo casi federal, herencia del liberalismo decimonónico, que fomenta el regionalismo, irrespetando los territorios originarios, dividiendo pueblos, homogeneizando las diversas culturas presentes en cada departamento.

En estos días hemos asistido al referendo para la aprobación o no de los Estatutos Autonómicos de algunos departamentos. Mayoritariamente la población ha dicho no a los mismos. Unos lo interpretan como un triunfo del centralismo, otros lo explican desde el desconocimiento y nula participación del pueblo en su elaboración. En cualquier caso se trata de la negativa del pueblo a unos estatutos que fortalecían el regionalismo, reproduciendo en cada Departamento la estructura administrativa y jurídica estatal. Un aparato administrativo duplicado, más funcionarios públicos, más intermediarios, más trámites, ¿será que ese es el mejor camino para la refundación de Bolivia?¿Realmente las estructuras de los estados modernos, occidentales, responden al proyecto de Bolivia: la creación de un Estado nuevo que rescate y potencie la identidad maltratada de los diversos pueblos que lo conforman? ¿No estaremos pretendiendo mezclar agua con aceite, un Estado Plurinacional con una Administración casi federal? ¿Será que sólo existe un modelo de aparato estatal que deba imponerse, incluso forzadamente, en todos los estados?

La historia oficial nos informa que dentro de poco celebraremos los 109 años de historia del Municipio de Anzaldo, pero el pueblo de la tierra lleva miles de años habitando, fecundando, trabajando y cuidando de estos cerros y valles. No lo olvidemos nunca, la política, la administración pública, la legislación, la economía, son sólo mediaciones. El pueblo es el fin, sus raíces e identidad, su vida digna y feliz en armonía con la Madre Tierra, en el momento presente y para las futuras generaciones. No celebraremos aniversarios del pueblo, pero sin él ni los municipios ni los estados existirían. Es al pueblo y a su convivencia armónica con los demás pueblos que nos debemos, para ello trabajamos y por ello nos desvivimos.

jueves, 10 de septiembre de 2015

“Cambia, todo cambia”

El periodo invernal está llegando a su fin. Los durazneros, como rosados algodones de azúcar, los jacarandás con su vestido lila y el intenso rojo de los chillijchis nos anuncian el inminente cambio de estación. Una nueva etapa se aproxima, dentro de este eterno ciclo de la vida. La misma etapa de tiempos pasados, pero renovada, actualizada. Así es el tiempo y la existencia en el Pacha Andino.

Con cada estación la naturaleza se transforma. Con cada decisión, la vida cambia. En cada palabra, en cada gesto, en cada encuentro, nos vamos reconfigurando. Todo nos afecta, nada nos es indiferente, siempre que conservemos nuestro corazón vivo. Con cada error, en cada afrenta, con cada conflicto, nuestras asperezas se van limando, nuestras aristas se suavizan y, si sabemos aprovecharlo, nuestro carácter mejora y maduramos. Nuestros pensamientos, gustos, hábitos, todo puede cambiar para facilitar una convivencia más armónica, para construir unas relaciones más fraternas. Tenemos la tendencia de esclerotizarnos, de aferrarnos a nuestros esquemas como si en ellos fuese nuestra vida, y sin darnos cuenta, el tren de la vida con sus oportunidades pasa a nuestro lado y se marcha. La naturaleza nos enseña una y otra vez que no hay que tener miedo al cambio, a la transformación interior. Las sequías nos endurecen, las lluvias nos vuelven productivos y generosos, el sol nos fortalece, el frío nos obliga a ser más profundos, el calor nos torna agradecidos y afables, la vida nos transforma, si le dejamos, si nos dejamos.

El frío está pasando y las flores engalanan ya el ocre predominante de nuestros paisajes. En pocas semanas llegarán las lluvias y el verde, oculto bajo el polvo del seco invierno, brotará de nuevo alegrando la vista y llenando de esperanza el corazón campesino. Cada estación, cada época, cada día es una oportunidad para el cambio. Cambiemos y dejémonos cambiar, moldeemos nuestros cuerpos, nuestro sentir, nuestro pensar y nuestras relaciones desde el futuro que deseamos. No nos prendamos a cadenas interiores, no carguemos pesos innecesarios, no obstaculicemos el ciclo de la vida que, también en cada uno de nosotros, quiere movilizar las mejores energías para producir los mejores frutos.

“Cambia, todo cambia” dice la canción tantas veces escuchada en la voz de nuestra recordada Mercedes Sosa. Y la misma continuaba: “pero no cambia mi amor…”. Que se transforme todo dentro de nosotros, todo lo que sea necesario, todo lo que nos dificulta, lo que nos problematiza, lo que nos refrena; pero que no cambien nuestras mejores convicciones, nuestros sueños, nuestros deseos más humanos, más altruistas y profundos. Que cambie en nosotros todo lo que nos enfrenta, lo que nos distancia, lo que nos lastima; pero que no cambie nuestro amor, nuestra habilidad para superar los conflictos con abrazos y sonrisas, nuestra alegría y nuestro ánimo, nuestra necesidad de compartir la vida, nuestra capacidad de sentir en la propia piel la piel del otro.

El frío va menguando, la primavera se acerca y la tierra toda se transforma. La Vida nos ofrece una nueva oportunidad para florecer, para abrirnos a una nueva realidad, sin perder la esencia, sin abandonar las raíces, pero transformándonos en nuevos frutos que endulcen el paladar y la vida de nuestros hermanos y hermanas.