martes, 5 de diciembre de 2023

Las ausencias (León Gieco)

Mientras el transporte público me lleva a mi trabajo, entre apretones de los pasajeros, huecos de la carretera, frenazos y bocinas, escucho una canción que, a pesar de ser conocida, toca profundamente mi corazón. Se trata del tema “Las ausencias”, del disco “El hombrecito del mar” de León Gieco, un viejo roquero como yo, que desde la vecina Argentina ha ido acompañando siempre mi vida, con algunas de esas letras que se gravan en el alma de quien sabe escuchar.
Las ausencias son más que primaveras, siempre ofrecen flores eternas, el amor, lenguaje de la vida, lejanía infinita
Nunca fui una persona nostálgica, el pasado, para mí, siempre fue una reserva de combustible para continuar el camino. Nunca me aferré a personas, afectos, lugares… no por insensible, sino porque llevo conmigo todo ese equipaje afectivo, no lo dejo atrás, sino que pasa a formar parte de mi historia y de mi memoria, sin abandonarme nunca. Por eso no me aferro al pasado, sino que lo cargo conmigo. Sin embargo, hay momentos, tal vez etapas en la vida, en que uno siente todo lo que fue dejando por el camino.
Las ausencias aparecen de la nada, en cualquier momento del día, como un refugio de los sueños, victoriosos, perpetuos
A pesar de lo incómodo del viaje, esta canción fue descubriendo en mi memoria imágenes, nombres, lugares, experiencias, sonrisas y llantos, encuentros y despedidas. He vivido una historia apasionante, llena de abrazos y sonrisas, de afectos temporales con sabor a eternidad, de confidencias y sueños compartidos, de luchas y esperanzas. También hay muchos fracasos, evidentemente, mucha gente a la que no entregué todo lo que pude, muchas palabras y gestos que debía haber reprimido, muchas decisiones mal tomadas y mucho daño producido.
Las ausencias que uno no quiso que fueran cumplen años y no envejecen…
Las ausencias comienzan con dolor, luego el llanto se va mitigando, te hace fuerte, te va elevando sobre huellas de salvación
Sin embargo, hoy me siento agradecido, por estas ausencias que me invaden. Este año perdí a mi madre, en realidad, he perdido a muchas madres y padres, hermanos y hermanas que la vida me fue regalando. Casi siempre desde la distancia, he tenido que despedir personas entrañables en diferentes lugares, en mi tierra natal y en diversas tierras de esta Latinoamérica que me nutre. No sé si habré dejado o no huella en muchos o en pocos corazones, no sé si habré servido para sembrar un poco de esperanza en la vida de alguien, o si habré conseguido sostener a alguien en medio de sus angustias y miedos. Lo que sí sé, es que la vida me ofreció siempre personas y situaciones que me ayudaron a crecer, a ser mejor, a romper con mis muros internos, a descubrir horizontes nuevos. Una de las palabras más bonitas del portugués es, precisamente, “saudade”, un recuerdo que duele por la ausencia pero que se rememora con agradecimiento.
Siempre presentes como el aire al respirar
Es la gran paradoja de los ausentes. No importa el tiempo que pasó desde que nos dejaron, siempre están presentes, forman parte de nuestra vida, como referencia constante, como guía incansable, como abrazo eterno, como mirada compasiva que siempre nos acompaña.
Recomiendo tomarse un tiempo y, en un lugar silencioso y tranquilo, escuchar esta canción y dejar que la memoria se desate. Solo ella, la memoria, sabe de la capacidad que tiene para lanzarnos al futuro. No es su intención aferrarnos a lo perdido, sino confirmarnos la presencia de los ausentes a nuestro lado, en nuestro interior, como el aire al respirar.

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