viernes, 8 de noviembre de 2013

Sembrando la vida

Estamos en época de siembra. Aprovechando las primeras lluvias de la temporada, que dulcemente han ido aflojando la tierra, es el momento de empuñar el arado, encordar los toros y levantar la piel de la Madre Tierra para despertar su vitalidad. Los arados han ido poblando los terrenos que parecían abandonados. Las familias se reúnen para colaborar en la preparación de la tierra, en la construcción del futuro. Una vez que los toros y los arados hagan su trabajo, vendrá el tiempo del guano (abono natural y orgánico), fertilizando una tierra herida por el frío y la sequía, una tierra ansiosa por engendrar vida, una tierra que conoce bien su papel en la historia de este pueblo, una tierra que espera paciente a que llamen a su puerta, para desplegar amorosa y fielmente toda su fuerza vital. 

Ha llegado, entonces, el momento de la siembra. De nuevo la familia se reúne y como una sola mano, irán depositando en cada surco las semillas de sus sueños, de su futuro, de su alimentación, de su dignidad. En cada semilla hay un potencial único, gigante y, al mismo tiempo, delicado. Bastará un poco de agua y de sol para que su corazón germine y la vida renazca. Pero bastará también una granizada, o un exceso de sol abrasador, o un retraso en la necesaria lluvia, para que su vitalidad se extinga y, con ella, el sueño de un mañana mejor. 

Coincide la siembra con el final del año lectivo. Mientras nuestros estudiantes siembran con sus familias, en pocos días cosecharán los frutos del esfuerzo realizado durante el año. Serán frutos dulces o amargos, como la vida misma. ¿Habremos sabido cuidar de cada semilla, de cada estudiante, para que ahora pueda germinar y florecer, apuntando para un futuro lleno de posibilidades? ¿Habremos sido capaces de descubrir el tesoro oculto en cada corazón o habremos ignorado su riqueza peculiar y única? ¿Habremos preparado bien la tierra y colocado el abono necesario para que ahora, cada estudiante, pueda descubrir la vida que se despierta dentro de su ser y, como loco enamorado, mire hacia el futuro lleno de esperanza y optimismo? 

No tengo respuestas todavía, sólo la esperanza de no haber cometido muchos errores. Sólo espero que no hayamos dejado los campos más necesitados abandonados a su suerte, por cuidar de quien menos precisaba. Espero que no hayamos ignorado los gritos de angustia, de soledad, de tristeza de nuestros adolescentes. Espero que no hayamos forzado el ritmo de cada semilla, acelerando sus pasos vitales para cumplir nuestros plazos mentales. Espero que no hayamos tratado a las personas como si fuesen vacas. Espero que no hayamos frustrado la felicidad y el futuro de estas semillas que, como tesoros, fueron confiadas a nuestras manos.

Es el tiempo de la siembra. Sin embargo, en la escuela, todos los días son tiempo de siembra, de abonar, de regar, de cosechar. Todo los días son tiempo de compartir esfuerzos y sueños, haciendo lo que sea necesario para que, lentamente, vayan germinando en la vida de nuestros estudiantes.

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