domingo, 21 de agosto de 2016

La belleza del jacarandá

El invierno llega a su fin. Hace algunas semanas que los jacarandás lo están anunciando. Decían que este año el invierno sería muy frío y, la verdad es que así fue, pero sin exageraciones. Lo que sí nos mantiene preocupados y tristes es la terrible sequía en la que estamos inmersos. Siempre solía caer alguna lluvia durante el invierno. Dos o tres días de lluvia fina y pertinaz, con la consecuente bajada de temperaturas. Bastaba que algún frente húmedo proveniente del sur tocase nuestras cumbres, inmediatamente las cubría de un espectacular manto blanco. En el valle, unos pocos días de lluvia significan una renovación del aire, un reverdecer temporal del paisaje, una evocación de los veraniegos días con sus precipitaciones y el deseo de que las lluvias lleguen pronto.

Sin embargo, este año la sequía resquebrajó todo optimismo, cuarteando los esfuerzos sembrados y cuidados con tanto amor por este pueblo. Estamos ya en el tiempo de comenzar a preparar la tierra para la próxima siembra, aunque de momento no hay forma. La tierra está dura, demasiado, por el frío y el sol inclemente. Prácticamente no cayó ni una gota para ablandarla, para ahuecarla un poco, permitiendo que el arado pueda penetrarla para levantar sus terrones. En estas condiciones, ni los más fornidos toros, ni el más robusto brazo podrán darle vuelta a este árido terreno. Y si no se prepara el suelo a tiempo, tampoco se podrá sembrar a tiempo y todo comenzará a trastornarse, augurando un año complicado, de nuevo.

Y en medio de este panorama nada alentador, destacan los jacarandás con su manto lila, levantando el ánimo, engalanando el paisaje, recordándonos que siempre y en cualquier situación, por más terrible que pueda ser, hay algo de belleza, hay un toque de esperanza que nunca muere. Cuando el ocre es más doloroso que nunca y el azul tan intenso como inmenso, los jacarandás desnudos, sin follaje, revestidos únicamente con sus campanitas moradas, como un algodón dulce, nos levantan el espíritu y nos aquietan los sentidos, invitándonos a contemplar extasiados tanta belleza. Como un descanso en medio de la dura travesía. Como una brisa fresca en medio del abrasador desierto. Como un beso tierno y sorpresivo interrumpiendo el llanto. Así es como el jacarandá surge en medio de esta dictadura del ocre, quebrando las barreras del pesimismo, desatando la esperanza arrinconada en nuestra alma.

Ni la cruel sequía, ni el frío penetrante, ni el azul infinito, ni la tierra endurecida, podrán apagar la esperanza de este pueblo. Mientras los jacarandás continúen floreciendo, ofreciéndonos su corazón colorido, no habrá lugar para el pesimismo, ni tiempo para la derrota. El espíritu de las montañas y el corazón de la Pachamama siguen anunciando, en el humilde velo del jacarandá, que mañana será mejor, siempre que nos entreguemos con amor y empeño a nuestra misión en esta tierra.

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